Alvaro de Bazán
Don Álvaro de Bazán, héroe de la
Marina española
Marino desde niño, fue uno de los responsables
de nuestra victoria en Lepanto
Nació en
tierra firme pero siempre fue un hombre de mar. Desde niño le tiraron las
cavias, las amuras, la mayor. Fue uno de los grandes almirantes de la historia
naval española y muy probablemente el hombre decisivo para que ante el Turco
ganáramos la batalla de Lepanto, y protagonista de otras muchas hazañas y
venturas sobre la Mar Océana.
Él debía haber sido el gran capitán de la Armada Invencible, pero la
Parca se lo llevó de entre nosotros y del mandato de Felipe II algunos
meses antes. Fue, ni más ni menos, el Almirante Don Álvaro de Bazán y Guzmán,
grandísimo de España. Fue también I Marqués de Santa Cruz, señor de las villas
del Viso y Valdepeñas, comendador mayor de León y de Villamayor, Alhambra
y La Solana en la Orden de Santiago; miembro del Consejo de
su Majestad Felipe II de España, Capitán General del Mar Océano y de la gente
de guerra del reino de Portugal.
Marino y estratega
Fue no solo un marino esforzado y valiente, genial y decidido sino también un
estratega. Él fue el responsable de que la Armada Española se
nutriese de aquellos gigantescos galeones que nos dieron gloria fama en medio
mundo. Sí, eran demasiado grandes, su maniobrabilidad era escasa, pero su
potencia de fuego era colosal, y además gracias a su envergadura propiciaban lo
que los españoles siempre quisimos, un poco de ventaja para entrar a la lid
cara a cara: desperta ferro, y a por el enemigo. Además, el tamaño de los
galeones posibilitaba albergar a numerosos infantes de marina de nuestros
Tercios, nuestra arma letal, que para algo habíamos sido sus inventores.
Padre y abuelo de Don Álvaro ya habían sido héroes
de nuestras tropas.
Vino al mundo Don
Álvaro el 12 de diciembre de 1526 en la villa de Granada, donde estaba
destinado su padre, también marino y militar. La familia procedía muy
probablemente del navarro Valle del Baztán, y su escudo era un tablero de
ajedrez, aunque ya hacía generaciones que se habían instalado en Castilla. El
abuelo de nuestro héroe, también Don Álvaro, había participado en la toma de
Granada como uno de los Capitanes Generales de los Reyes Católicos. Su padre,
Álvaro de Bazán El Viejo también fue un gran marino, que participó por ejemplo
en la llamada Jornada de Túnez, peleando a las órdenes de Carlos V.
Cuando nació nuestro Álvaro, su padre era Capitán
General de las Galeras de España y pronto quiso que su hijo hiciera carrera.
Viento en popa a toda vela. Por ejemplo, consiguió que el emperador nombrara a
su Alvarito Alcaide del Castillo de Gibraltar con tan solo ocho años. Con
nueve, ya estaba a bordo de la nao capitana de su padre, curtiéndose en la
marinería desde sus orígenes, como grumete. Además, era educado como un
caballero por su tutor, Pedro González de Simancas que le hizo querer y admirar
a poetas y escritores, y le introdujo en el mundo del humanismo.
A los doce años, Bazán ya sabía lo que era un
combate en alta mar
Con tan solo doce años, en 1538, ya viaja con su padre en acciones militares y
con dieciocho participa en la batalla de Muros al lado de su progenitor. Tres
mil franceses se cuenta que quedaron allí para siempre. Mientras su padre va a
dar noticia de la victoria al príncipe Felipe, Don Álvaro, con dieciocho
primaveras se queda al frente de la escuadra. Pronto es puesto al mando de una
armada para vigilar el sur de España, lo que llevará a Don Álvaro a la lucha
contra los piratas berberiscos y los corsarios franceses. A los 28 años, es
nombrado capitán general de la Armada, y dos años después, en 1556 derrota
a un par de navíos ingleses.
Son
tiempos en los que berberiscos y otomanos se están intentando hacer con varias
plazas del Mediterráneo como Vélez de la Gomera hacia donde parte una
flota comandada por Sancho de Leyva, con Bazán entre sus oficiales. El viaje
fracasó y los buques volvieron a Málaga. Los piratas insistieron en sus ataques
y Felipe II decidió que esta vez no se podía fallar: había que tomar Vélez
de la Gomera.
El jefe
del nuevo intento sería García Álvarez de Toledo y Osorio, con Don Álvaro de
Bazán como lugarteniente. Esta vez el éxito fue total. En vista de los
acontecimientos, los turcos decidieron atacar Malta, primer paso para la
invasión de Sicilia. Pero Malta se defendió como un gato panza arriba, contando
por supuesto con la inestimable ayuda de las tropas españolas bajo el mando de
Bazán. A los cuarenta años, Don Álvaro de Bazán es nombrado Capitán General de
las Galeras de Nápoles y poco después, el 19 de octubre de 1569 , Felipe II le
concede el título de Marqués de Santa Cruz.
Estatua de Don Álvaro de Bazán, en la Plaza de la
Villa, en Madrid
El Mare Nostrum era más otomano que nostrum
No obstante, la situación seguía siendo muy difícil en el Mare Nostrum, que
cada vez parecía menos nostrum y más del Imperio Otomano. Entre los nuestros,
algunos apuntaban a que los turcos querían invadir España, sin duda con la
ayuda de los moriscos que aún quedaban en nuestro país. Había que tomar una
decisión, y la decisión acabaría llamándose Lepanto, donde se unirían España,
el Papado, la República de Venecia, Toscana, Génova y Saboya. Don Juan de
Austria era el jefe de los nuestros. La flota reunida por la llamada Santa Liga
estaba compuesta por más de doscientas galeras. Treinta de ellas, las de
Nápoles, estaban comandadas por Álvaro de Bazán, quien se había convertido en
hombre de confianza de Don Juan. En Lepanto, la actuación de Bazán fue
decisiva. Estaba encargado de la retaguardia y fueron él y sus barcos los que
arreglaron unos cuantos despropósitos entre los nuestros. Aunque Bazán no era
el principal almirante de la flota, gran parte de nuestra estrategia corrió de
su parte. Estuvo en todas partes, y en todas partes sus órdenes fueron atinadas
y su valor el de costumbre, gigantesco.
Era el 7
de octubre de 1571, una fecha que quedó bordada de oro en la historia de España
y en la historia de la marinería. Cinco años después, Bazán era nombrado
Capitán General de las Galeras de España.
En 1580 fallecía Enrique I de Portugal, y Felipe II vio llegado el momento de
hacerse con el trono lusitano, ya que era hijo de Isabel de Portugal y
descendiente de Manuel I. La cosa no iba a ser tan sencilla. Y de
nuevo hubo que echar mano de arcabuces y alabardas. Se oponen a Felipe se
oponen Antonio, prior de Crato, quien creía ser el heredero, y las reinas
Catalina de Médicis, regente de Enrique III de Francia, e Isabel I de
Inglaterra.
La isla
Terceira
Pero los
nuestros no están para bromas y comandados por Fernando Álvarez de Toledo
y Pimentel, el Duque de Alba, marchan sobre Lisboa y Don Álvaro de Bazán
capitaneando nuestra Armada desciende el curso del río Tajo hasta la capital
portuguesa, donde Felipe II entraría triunfante en 1581. Sin embargo, una isla
de las Azores, la Terceira se puso en rebeldía, lugar pequeño pero de
gran importancia estratégica, entre otras cosas porque todos nuestros barcos
que hacían la carrera de las Indias pasaban muy cerca y no podía permitirse que
aquella tierra estuviera en manos de enemigos. Ingleses y franceses ayudan a
los de Terceira. Felipe II manda primero a Pedro Valdés que fracasa en su
intento de tomar la isla. En la siguiente campaña, Álvaro de Bazán sería el
encargado de la empresa. Felipe Strozzi mandaba la potente escuadra francesa.
La llamada batalla de la Isla Terceira terminaría con la victoria
española. Cuentan las crónicas que entre los nuestros hubo 224 bajas y 533
heridos, mientras que los franceses se habrían dejado sobre las aguas de las
Azores más de mil muertos. Sin embargo, Álvaro de Bazán no desembarcó
en la Terceira, porque vio que no tenía las suficientes unidades. Felipe
vuelve a intentar la paz con el gobernador de la isla pero no hay manera.
Francia e Inglaterra fletan otra flota hostil. Ha llegado la hora del
desembarco que tendrá lugar en la llamada cala de Las Molas. Las historia
asegura que los primeros en llegar a tierra fueron el capitán Luis de Guevara y
el soldado Rodrigo de Cervantes (hermano de Miguel de Cervantes) y el
alférez Francisco de la Rúa. Luego llegaría el propio Bazán. Faltaba
vencer el fuerte de San Sebastián. Setenta de los nuestros se dejaron la vida
en ello.
A por Inglaterra
Pero
Felipe II tenía claro que el verdadero enemigo estaba mucho más al norte, era
Inglaterra. Y en su cabeza cada vez cobra más fuerza la idea de invadir la
isla. Aunque no fue consultado, Álvaro de Bazán hizo una propuesta de conquista
y, finalmente, el 26 de enero de 1586 el rey ordenó a nuestro ilustrísimo
marino preparar una escuadra para el ataque. Por una u otras cosas la acción se
fue deteniendo en el tiempo y Su Majestad Católica hasta llegó a enfadarse con
don Álvaro. Enfrentamiento que duraría hasta el 4 de febrero de 1588 cuando el
ilustrísimo marino, el héroe del Mediterráneo y de Lepanto es cesado. Así son
las cosas en nuestra Patria. Bazán recibe la noticia de su ceses en su cama de
muerte. Fallece, a la mayor gloria de Dios y de España, el 9 de febrero de
1588, en Lisboa. Despidámosle como tan galanamente le saludó Lope de Vega: «El
fiero turco en Lepanto, / en la Tercera el francés, / y en todo mar
el inglés, / tuvieron de verme espanto. / Rey servido y patria honrada / dirán
mejor quién he sido / por la cruz de mi apellido / y con la cruz de mi
espada».
ABC Historia
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