TECNOLOGÍA NAVAL ROMANA

TECNOLOGÍA NAVAL ROMANA




          "Básicamente se puede afirmar que la tradición de construcción naval romana es heredera de la de otras culturas mediterráneas tales como la fenicia, griega o cartaginesa. En muchos casos los diseños de sus buques consistió en la mejora de las naves de las mencionadas culturas, añadiéndose los avances tecnológicos que se iban descubriendo.

          Con algunas excepciones, es sabido que las naves romanas raramente sobrepasaban una eslora de cuarenta metros, dimensiones que parecen haber sido relativamente habituales en las grandes líneas de abastecimiento de la capital del Imperio.
          En la Península Ibérica existen algunos pecios destacables de los que podemos extraer algunas conclusiones. Los pecios tarraconenses de los que conocemos las dimensiones son sólo seis, de los que el menor era el de Culip IV (9,5 m. de eslora) y el mayor el Cabrera 3 (35 m. de eslora). En general, parecen dominar las naves medianas o pequeñas, con una media de 16,9 metros de eslora.
           Sin duda existieron naves mayores que comerciaban con los puertos tarraconenses, como lo testifican los hallazgos de grandes cepos de plomo, pero su importancia parece haber sido escasa dado que la inmensa mayoría de los pecios conocidos parecen corresponder a embarcaciones menores.
          Entre las naves con cargamento romano halladas fuera de Hispania, la media es de 19 metros. La escasa diferencia respecto a los pecios locales, permite afirmar que las naves que se dedicaban al comercio transmarítimo no eran mucho mayores que las de cabotaje.
          Las naves construidas en la Hispania Citerior podrían haber tenido también una característica técnica propia. Los tres únicos pecios romanos construidos con las tracas de aparadura completamente horizontales, están asociados a cargamentos tarraconenses. Estos, comparados con otros barcos del mismo periodo, tenían la ventaja de navegar con menor calado y mayor facilidad en aguas poco profundas, pero esta disminución de calado tenía que disminuir la estabilidad respecto a los embates laterales del viento y el oleaje, dificultando o imposibilitando la navegación del través y de bolina.

          Si a esta predisposición técnica sumamos el efecto de los aparejos de navegación antiguos, las naves tarraconenses tenían que navegar habitualmente con vientos largos, de popa o por la aleta.
          Así, aunque se ha demostrado que en época romana existían embarcaciones capaces de navegar de bolina para remontar el viento, no podemos olvidar que el uso exclusivo de las velas cuadras hacia casi imposible esta maniobra en las naves de un solo mástil. El resto de embarcaciones, de mayores dimensiones y con dos o tres palos, tuvo que tender a evitar la navegación del través o con vientos en contra por motivos de velocidad y seguridad. Todavía en el siglo pasado los derroteros advierten a los mercantes con velas cuadras para que eviten este tipo de situaciones. El mosaico de las termas de Themetra representa una nave romana navegando en estas condiciones, pero se trata de la única excepción de un vasto repertorio iconográfico.

          También resultan muy interesantes los hallazgos encontrados en las cercanías de Roma en el que fue el puerto de la ciudad Portus Claudius a partir de 1957. Los buques exhibidos actualmente en el museo de las naves romanas salieron a luz durante la construcción “L. del aeropuerto internacional de Da Vinci” de Fiumicino. Las ruinas fueron encontradas en el linde del muelle derecho del puerto de Claudio en un área marginal del muelle que era particularmente susceptible al abandono.
          Podemos presumir que en épocas antiguas debe haber habido un “cementerio o varadero” donde las naves demasiado viejas, y en condiciones demasiado pobres de servicio, fueron abandonadas.




          La excepcional colección de restos preservados en el museo de Fiumicino no sólo enriquece nuestro conocimiento de la variada tecnología naval utilizada en el período imperial, si no que también permite que admiremos las metodologías de la construcción empleadas por los astilleros antiguos. La secuencia antigua de la construcción naval era totalmente diferente del proceso actual considerado en la región mediterránea, que consiste en la construcción de un esqueleto interno (marcos) a lo largo de una quilla, que se cubre posteriormente con una superficie de tablas de madera. Durante la época de Greco-Romana, en lugar de esto, la estructura externa de tablones era construida directamente después de poner la quilla. El esqueleto interno fue insertado más adelante, como función de ayuda interna a la construcción. La carpintería entre el tablaje consistió en las espigas, lengüetas finas de madera dura, insertadas en los surcos, cortados dentro del grueso del tablón.
          Las espigas eran entonces trabadas con los clavos o las cabillas. De esta manera, el tablaje autosuficiente podía mantener la forma deseada y adquirió una solidez excepcional.

           Entre las características más significativas dignas de mención, además del uso masivo de los clavos del hierro para unir el tablaje con el marco esquelético, destacamos el uso de pernos de ensamblar en varias maderas del fondo del buque a la quilla, y la separación considerable entre las espigas, o aún la ausencia real de cualquier carpintería del tablón en todos. Las características de la forma y de la construcción reflejan las funciones diversas de las naves, el perfil angular y elegante de los cascos lo hizo conveniente para la navegación costera de pequeño y de mediano alcance en el mar, dado sus dimensiones modestas (cerca de 15 m. de longitud). El paso del mástil para asentarlo en la quilla demuestra que los barcos habían sido dotados con una sola vela cuadrada. Una bomba para quitar el agua de la sentina está situada en un zócalo dentro de las muletas que flanquean el paso del mástil. Los servicios internos del tablaje para consolidar la estructura longitudinalmente y para proteger el casco contra la carga, integrado típicamente por ánforas de terracota. Otro hallazgo único de su clase para el período romano del segundo siglo d.C., es un barco de pesca pequeño que ofrece un compartimiento central dentro de el cual almacenar y mantener las capturas recientemente pescadas vivas, con agua de mar, cosa que se podría hacer inundando la cavidad a través de los agujeros tapados a lo largo del tablaje inferior del casco. Otro tipo de embarcaciones fueron utilizadas para el transporte por el río. Debieron haber sido remolcados por animales a lo largo de la orilla derecha del río según un sistema de la propulsión conocido como “seguida”, que aún funcionaba a lo largo del río de Tiber en el siglo XIX. Su forma original puede ser apreciada examinando las numerosas representaciones en mosaicos, bajorrelieves y frescos existentes."

Historia Económica y Técnica del Mundo Antiguo.
Profesora Dña. Carmen Alfaro Giner.
Vicente Peris Boscá
Facultad de Geografía e Historia.
Universidad de Valencia.
Valencia Enero de 2007.




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